La Luna y la Marea

Me desperté cantando un lunes

La vida era bonita, gozábamos de buena salud y parecía que nada podía alterar mi orden.

  Zas. Me desperté cantando un lunes. 

Un lunes que me aparcó en una realidad que siempre relativizo “ya veremos, ya veremos”, pero ZAS, llegó en papel impreso. De nuevo cuento sin contar. Lo siento. Es que no tiene tanto que ver el suceso en sí. 

La luna justo en creciente “me cachis” y to pá-rriba. 

Así que cogí el timón bien fuerte y las olas se cebaron con la proa, con la popa. 

Los mástiles a tomar viento y los cabos volaron por los aires y pareció el paisaje un baile de serpientes majaras. Y yo como los halcones, como los burros. Centrada en el camino, centrada en la presa. En la aguja, en el hilo. En el paso, en la meta. Y la luna más llena que nunca y yo a moco tendido. Hay noches que es inevitable abrir la puerta a la tristeza. Mi excusa es una bronquitis que me cayó antes de ayer a propósito del disgusto. 

Somatizo que da gusto, rapidita y clara. 

Como buena navegante solo dejé pasar la tormenta.

Y así de rápido vuelvo a la luna menguante, al “ya veremos, ya veremos”. 

Después de un día maravilloso en Mercantic. Después de ese pozo sin fondo de abrazos y besuqueos, voy a aparcar la tristeza. Darle licencia de un día da para que las bronquitis pasen casi desapercibidas. 

Y así despido a esta “luna maravillosa” (espero que se capte la ironía). 

El barco se hundió, ese barco que creía que siempre iba a estar ahí. Nunca deberíamos dar las cosas por supuesto, porque hacen “zas” y van para donde les da la gana. En todo caso las aguas ya se calman y la marea me lleva encima de un madero a esta isla, al centro. 

Acabo el domingo cantando

De momento abril un día maravilloso de mayo.