jueves, 17 de mayo de 2018

Salvar las Flores





Si yo no hubiese venido a regar las flores, estarían mañana muertas del todo.

 Antes de saberlo, he venido al pueblo solo porque el sol se caía en esta dirección. 
Previo a esta parte, en un andén, hice una promesa de coger el primer tren que pasara. Pero, finalmente, cogí el segundo y me trajo aquí. 
Después he sabido que no fue casualidad coger el segundo tren y que tampoco fue razón de peso la dirección por donde el sol reposa. Yo vine, verdaderamente, porque a  mis flores les faltaba agua, por eso he venido, para salvarlas.




Hay un perro que ladra en la casa de al lado y quizás pique a la puerta del vecino porque quizás también a él, al perro, le falta agua. 
A mí a veces me falta.
Mis flores estaban sedientas.
El jardín me agradece la presencia, creo que he llegado a tiempo y es lo único que me importa. Es miércoles y es lo único que me importa.



Que al olivo lo embellece igual la noche y que su copa se mueve sutilmente como si brindara conmigo y mi cerveza fría. Que los hijos del girasol  plantado quizás mañana despierten y se echen a andar. Que la buganvilla recibe mi empujón y no va a detenerse, porque sería un desmán y yo hoy no me lo merezco. 
Mi empalte de geranio estaba a punto de decir “Sí, quiero” y ahora está ofendido y como la rosa del principito me tose

AGUA AGUA AGUA AGUA

A veces es simple y mortal, la necesidad 

Anna Blau