Si yo no hubiese venido a regar las flores, estarían mañana muertas del todo.
Antes de saberlo, he venido al pueblo solo porque el sol se caía en esta dirección.
Previo a esta parte, en un andén, hice una promesa
de coger el primer tren que pasara. Pero, finalmente, cogí el segundo y me trajo aquí.
Después he sabido que no fue casualidad coger el segundo tren y que tampoco fue razón de peso la dirección por donde el sol reposa. Yo vine, verdaderamente, porque a mis flores les faltaba agua, por eso he venido, para salvarlas.
Hay un perro que ladra en la casa de al lado y quizás pique a la puerta del vecino porque
quizás también a él, al perro, le falta agua.
A mí a veces me falta.
Mis flores estaban sedientas.
El jardín me agradece la presencia, creo que he llegado a
tiempo y es lo único que me importa. Es miércoles y es lo único que me importa.
Que al olivo lo embellece igual la noche y que su copa se mueve
sutilmente como si brindara conmigo y mi cerveza fría. Que los hijos del
girasol plantado quizás mañana despierten y se echen a andar. Que la
buganvilla recibe mi empujón y no va a detenerse, porque sería un desmán y yo
hoy no me lo merezco.
Mi empalte de geranio estaba a punto de decir “Sí, quiero”
y ahora está ofendido y como la rosa del principito me tose
AGUA AGUA AGUA AGUA
A veces es simple y mortal, la necesidad
Anna Blau
Anna Blau
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