domingo, 27 de marzo de 2016

Ferit Da Mor

Un hombre con su caballo sabe mucho y puede mucho para poder estrujar a una muchacha metida en el desierto
bodas de sangre- F. García Lorca

- Vamos a hablar- Vuelve a decir la voz- deja que el tiempo se haga cargo de todo esto.
Sentado en la esquina la escucho pensando que, a veces, del tiempo no se sale.


Las manos entumecidas. He dibujado toda la historia de la mujer que amaba desde lejos pero siempre vuelvo a equivocarme. Hay un trazo que demanda su cara.
Me da la impresión que podría marcar y numerar sus pasos con tal de seguirlos con pluma y rajando el suelo, bordar ese mentón que baja, esa mirada que sube y esa sonrisa que mata.

Soy inepto, un cobarde, el amor ya no se lleva en estos tiempos pero a ella le sienta tan bien que me dan ganas de ponérselo en los hombros y acompañarla en la noche.


Mi cabeza parece una mesa grande donde unos hombres discuten sobre el principio, sobre el final y finalmente, sobre el principio del final.

Al fondo a la derecha el niño de la calle, hijo de abuelos y hermano en la sombra, el pequeño. Joven, fuerte pero asustado, habla por los codos de una mujer mayor a la que no ama. 

A su lado tiembla el hombre de la magnolia de invierno que imagina un pájaro salir de un enredo.  Ha dibujado su  pelo en un solo trazo, como un laberinto que engarza los labios que sueltan la gota que se desliza del revés sobre un ojo que cae.



Justo en frente está el que dibuja barbaridades

 Tiene el brazo enroscado en las trenzas que hace unos días ella se hizo en una peluquería africana del Château Rouge de París cuando, fumando, saltaba por los charcos. 
De un tirón seco lleva su cabeza hasta el asfalto y un perro enorme le ladra furioso, le saca los dientes que silban fríos y tiembla su mejilla y el aliento la ahoga. Pero él la rescata,  como el peor pirata que encontrara al náufrago. La levanta de un golpe, la agarra de los hombros sobre la pared, la eleva y los pies ya no tocan el suelo. Ella escucha ladrar desde lejos, la garganta es un túnel sin saliva, los ojos se le tornean buscando la superficie. Finalmente,  es él quien le muerde y ella atina a propulsar su brazo como en lo imposible. 
Flota y muere por primera vez.



Es incómodo el dibujo triste de la mujer que amaba desde lejos y vuelvo a la imagen de mi amor sobre su espalda. Y la cubro con palabras. Y la descubro entrelazando a todos mis hombres y lanzándolos con un hermoso dedo con resorte fiuuu apartándolos como si nada de aquello tuviese la menor importancia. Anuda los puños a su falda y lo imagina tan de verdad, tan fuerte y con tanto deseo, que entierra los lapiceros en Montparnasse una mañana de niebla junto a Margaritte, y hace frío.




 Me mira desde el portal por donde siempre marcha y fulmina toda mi esperanza. Porque hoy tiene en la boca  las luces de la ciudad y a sus pies las bestias de los campos y yo la miro, y el mentón abajo y la mirada arriba y otra vez esa sonrisa de ártico sembrado.

Del tiempo no se sale, del tiempo... no se sale.

Mientras yo me pierdo, herido de muerte, ella instala un contador de pasos

Elige el camino de la naturaleza

Ama a la Creación (..), ama cada átomo de ella por separado y ámala como un todo; ama cada hoja verde, cada rayo de luz, ama a los animales y a las plantas y ama a todo objeto inanimado. Si llegas a amar todas las cosas, percibirás el misterio de (...) que es inherente a todo. Una vez que lo hayas percibido, lo entenderás mejor y mejor cada día y finalmente amarás al mundo con un amor total y universal”

Sobre Dostoyevsky en “Los hermanos Karamazov"



Allí, uno, solo puede llegar solo

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...Santa semana..